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miércoles, 25 de mayo de 2011

Recordando el paraiso

Hola a tod@s:

Ayer, a la vuelta de uno de sus múltiples viajes, una persona muy especial me ha traído un manjar que me ha transportado directamente al verdadero paraíso sobre la tierra: LA DIGUE.

Así que mientras disfruto de su sabor a curry, voy a intentar plasmar todo lo que este lugar me hizo sentir, para que así, quizá alguien pueda entender porqué este lugar me marcó para siempre.

La Digue, es una isla muy pequeñita (10Km² de extensión), que se encuentra en el archipiélago de las Seychelles. Pero sólo es pequeñita en extensión... En naturaleza, y espíritu, es lo más grande que mis ojos hayan visto jamás.

Comenzaré diciendo que nada más bajarme del barco que hasta allí me llevó ya me enamoré de ese pequeño rinconcito del mundo. Apenas cinco vehículos a motor recorren su isla: La ambulancia, la patrulla de la policía y un par de furgonetillas de las obras de un nuevo resort en construcción.

Hay muchas cosas que me maravillaron de este lugar. Una de ellas, fue recorrer sus caminitos en una bicicleta, sintiendo la brisa sobre la piel, respirando todos sus olores... No sabéis la paz y la felicidad que se apoderaba de mi, cuando me montaba en esa bicicleta sin rumbo definido... Incluso, un día lluvioso, no pude evitar montarme en ella y dar un paseo, sintiendo la lluvia y empapándome de toda su magia. No pude evitar emocionarme, me sentía completamente libre!

Otra de las maravillas de esta isla son sus tortugas gigantes. Hay unas cuantas en una pequeña reserva, donde puedes darles de comer unas ramitas que hay a su lado. Me pasé muchos ratos, con una gran sonrisa en mi boca en aquel lugar. Pero si eso era maravilloso, lo era más cuando te las encontrabas en cualquier rincón. Ibas paseando con la bici, y de repente, a la orilla del camino veías a una... No podía evitarlo, paraba y las acariciaba, buscaba comida para darles, les hablaba... Con esa carina de abuelina que tienen todas, con esos lentos movimientos que te transmiten el verdadero espíritu de la isla. El tiempo deja de tener importancia cuando te encuentras allí, delante de una de estas lentas pero increíbles tortuguitas.

Y esta relatividad del tiempo se traspasa también a los lugareños. Allí no tienen estrés, no sufren con las llamadas telefónicas al móvil de última generación, ni deben responder e-mails urgentisimos en el trabajo, ni tienen la preocupación de importantes reuniones o clientes insatisfechos. Ellos , los lugareños, son los que más me enseñaron. Viven con menos de la mitad de lo que para nosotros es aceptable, y siempre sonríen.

No sabéis la sensación que provocaba en mi salir a las siete de la mañana de mi habitación, y encontrar a un padre con sus dos niños en la bici (si, los tres en una sola bicicleta), ver sus grandes sonrisas y recibir su Hello , bonjour... Y no sólo ese padre con sus niños... Todo el mundo con una gran sonrisa saludándote como si fueses su amigo. Un  lugar sin atascos, sin hora punta, sin móviles sonando constantemente, sin caras largas, sin pitidos de coches, sin reproches porque "me he tropezado contigo sin querer". Tan sólo gente amable, honrada, feliz en su paraíso sin consumismo.

Me transporto mentalmente de nuevo a este paraíso, y no puedo evitar emocionarme. Recuerdo cómo un señor mayor, con un par de cajas a modo de mesa, vendía los pocos frutos que su huerto le había proporcionado. O como otra mujer, vendía las gallinas vivas que tenia dentro de una caja de madera por unas pocas Ruppies. No había chanel, ni gucci, ni zara... tan sólo gente vendiendo sus productos, casi como un trueque diría yo. ( porque estoy segura de que la señora de las gallinas con el dinero que conseguía le compraba las hortalizas al señor mayor). Y todos felices, todos sonriendo, bailando, cantando...

Otra anécdota que me marcó fue lo que vi la ultima tarde: Una pequeña barca, a causa del oleaje, se dio la vuelta, y... era digno de ver como todos los hombres allí presentes, no dudaron en lanzarse al mar para ayudar al dueño a darle de nuevo la vuelta. Todos unidos, ayudando a un vecino. ¿Realmente creéis que aquí pasaría lo mismo?. Sinceramente creo que no; Simplemente todos echaríamos la vista a otro lado y pasaríamos lo más rápido posible, no vaya a ser que nos pida ayuda y no lleguemos a eso "tan importante" que tenemos que hacer, o no podamos responder a esa llamada "tan importante" que entra en nuestro teléfono móvil.

Espero que ahora entendáis porqué esta isla me marcó, porqué me enamoró y porqué aun hoy (y como me está sucediendo ahora) no puedo evitar que una lágrima de emoción y felicidad recorra mi mejilla, por ser una privilegiada al poder sentir, vivir y recordar todo lo que allí quedo.

Prometo volver, no sé cuando podré, pero volveré, y volveré a sentir una y otra vez en mis recuerdos la magia de ese paraíso llamado La Digue. Magia que he de decir fue acrecentada por una persona muy especial para mi.

Gracias La Digue, y gracias a ti.

Os dejo un enlace de la isla. No plasma demasiado el espíritu de la misma, pero al menos podéis contemplar sus enormes playas de arena blanca y fina como la harina y sus aguas cálidas y cristalinas que también me enamoraron.

http://www.youtube.com/watch?v=U35_IbVA-o0&feature=related

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